Traducción al Español por Marlon Retana


Nunca pensé que 2020 habría funcionado como lo hizo. El año pasado se sintió como si hubiese sido veinte años. Nosotros (como nación y mundo) experimentamos tal dolor y dificultades debido al COVID-19. El término “distanciamiento social” se ha convertido en una idea cotidiana para muchos de nosotros. La gente trata de mantener su distancia de los demás para tratar de ayudar a “detener la propagación” de este virus. Sin embargo, este tiempo de distanciamiento social ha tenido un impacto físico y mental en la raza humana. Las familias no han podido estar con sus seres amados cuando más los necesitan, ya sea durante la enfermedad, las vacaciones, o incluso, en muchos casos, la muerte. Lo que es peor es que, en muchos estados (y países), los servicios de adoración de la iglesia, en persona, han tenido que ser suspendidos, y hemos tenido que cambiar a la adoración en línea. Nunca pensé que extrañaría cosas como la cantidad de tiempo que toma el participar en la Cena del Señor.

Nuestras vidas tal como las conocemos han cambiado. ¿Cómo podemos aprender de esto? ¿Hay alguna lección que aprender? ¿Qué consuelo se puede dar a aquellos que están sentados en sus hogares mientras se preguntan si alguna vez volverán a la normalidad? ¿El poder llegar a sentarse en un restaurante con docenas de amigos y familias y disfrutar de una buena comida? ¿El ir de compras sin tener que ponerse una máscara? ¿El poder ir a un concierto, película, o cualquier otro de entretenimiento del que solía ser un aficionado? ¿El poder asistir a una boda de amigos amados que están dispuestos a comprometerse de por vida el uno con el otro? ¿El sentarse junto a la familia mientras se preparan a despedir a un ser amado tras este morir?

A pesar de nuestra distancia (física, mental, y emocionalmente), podemos aprender algo de esta pandemia. Podemos estar unidos en Cristo y en Su reino. Los Cristianos del Siglo I que se reunían en Jerusalén fueron severamente perseguidos y expulsados de sus hogares (Hechos 8:1-3). Esto ocurrió no mucho tiempo después de la muerte de Esteban, y Saulo, en ese momento, causaba estragos entre la gente del Señor. Les quitó la habilidad de reunirse en Jerusalén. Les quitó su capacidad de estar juntos como habían acostumbrado. Tomó a hombres y mujeres y les aprisionó, quitándoles la libertad por completo.

Si pudieses poner estos tres primeros versículos en una sola palabra, ¿cuál sería? La mía sería “desesperanza”. Nada iba por el camino que el pueblo de Dios necesitaba. Dondequiera que volteaban su vista, estaban sufriendo. ¿Cuál fue su respuesta? Mira el versículo cuatro: “Así que los que habían sido esparcidos iban predicando la palabra” (Hechos 8:4). No dieron excusas, ni se quejaron de lo injusta que es la vida. No, estos Cristianos continuaron predicando y enseñando la Palabra a pesar de las circunstancias que los plagaron.

Este es el lanzamiento oficial del blog de “Scattered Abroad” (“Esparcidos”). La razón por la que lo llamamos Esparcidos es debido a Hechos 8:4. Todos en el cuerpo del Señor están separados de una manera u otra, y hay persecución en muchas áreas del mundo. Sin embargo, no tenemos excusa para evitar la predicación y la enseñanza. Si los Cristianos del Siglo I continuaron predicando y enseñando a pesar de todo lo que experimentaron, ¿qué podría eximirnos de tal mandamiento (Mateo 28:18-20)?

Tú y yo tenemos la responsabilidad de promover la Biblia pase lo que pase. No sé exactamente dónde vive cada Cristiano en este mundo. No sé qué nos separa el uno del otro. Pero sé que, si los Cristianos de Jerusalén pudieron hacerlo, ¡nosotros también podemos!

Michael Clarke

Michael Clarke

Michael preaches for the Somerville Church of Christ in Somerville, TN. He is a 2017 graduate of the Memphis School of Preaching and has a Bachelor’s of Ministry (Bible and Science) from Amridge University. He is married to Meagan and they have one son: Adam. Michael enjoys grilling and fantasy football.